¿Quién se acuerda de ti, Daphne? Confieso que yo misma no
llegué a conocerte hasta hace tan sólo un año o dos, a lo sumo. Pero ¿quién
eres tú? ¿Y por qué debes ser recordada?
En su país natal, Daphne Du Maurier (algunos escriben “du
Maurier”) sigue siendo querida y respetada; la BBC ha llevado su vida a la
pequeña pantalla en el biopic Daphne. Los que la conocen con su propio nombre,
sin embargo, lo hacen principalmente por el de otra mujer: hablo de la novela
Rebecca.
Es curiosa la forma en que la película Rebecca no consta
como una de las mejores o más fácilmente reconocibles de Hitchcock. Es todavía
más curioso reconocer otra de las obras de Daphne en la que posiblemente sea la
película más famosa de este director (con permiso de Psicosis): Los pájaros
está basada en un relato corto, pero intenso, de la autora. Rebecca, sin
embargo, es una novela de mayor extensión, y que sin embargo puede llegar a
hacerse corta (como un buen libro, que es de lo que se trata).
La historia misma que rodea a Rebecca es curiosa, ya que
las aparentes similitudes entre Rebecca y Jane Eyre conllevaron acusaciones de
plagio. Nada más lejos de la verdad. Quien haya leído ambas historias
reconocerá la grandeza de las mismas, y la personalidad de cada una. Un lector
amante de las Brontë puede simpatizar perfectamente con las obras de Daphne. Es
más, frente a los que ven trazos de misoginia en las obras de Daphne
(encarnadas en la figura, por ejemplo, de la misma Rebecca) yo veo más bien una
igualdad de sexos: aceptar a las mujeres malvadas y su presencia de la misma
manera que hay hombres malvados, y por supuesto también hay mujeres buenas y
hombres buenos. Pero esta simplicidad no forma parte del mundo de Daphne ni
tampoco del de Charlotte o Emily Brontë (no puedo decir lo mismo de Anne). La
complejidad de los personajes es lo que muchas veces saca adelante la historia.
Vemos la evolución de la protagonista narradora de Rebecca, una mujer cuyo
nombre no se revela y que encarna el tesón y el esfuerzo de una persona
enamorada que tiene que lidiar con una situación nada sencilla.
Al igual que el grandísimo sir Arthur Conan Doyle, Daphne
conjuga el mundo real y lo adorna con elementos aparentemente sobrenaturales,
como los mismos pájaros o en el relato Monte Veritá. Pero nada es lo que
parece: todo tiene una explicación razonable. Y esta explicación no puede
defraudar al lector. En lugar de eso, a veces es preferible dejar un final
abierto (y tiene que ser un buen final abierto para que incluso alguien que
odie los finales abiertos quede satisfecho), en el que la tensión y la emoción
del relato prosiguen durante horas después incluso de haber cerrado el libro.
Y siendo así, ¿quién olvida a Daphne Du Maurier, maestra
del misterio y pintora realista y detallada de la psicología humana? Nosotros,
quizá. Una rápida búsqueda de las ediciones españolas de los últimos años
dedicados a esta autora nos mostrará que los editores se centran casi
exclusivamente en Rebecca. Si alguien en este país quiere leer otras obras de
Daphne Du Maurier tiene dos posibilidades:
1) Leerlas en inglés o francés.
2) Recurrir a ediciones antiguas de segunda mano (esta es
la opción que yo tuve que tomar).
No me explico el olvido de esta autora. Las ediciones
antiguas que se han hecho de ella, y que he podido comprobar en persona, son
excelentes: una buena traducción, seguida de ediciones magníficas de tapa dura
y encuadernadas en piel verde, con marcapáginas de raso… Y si bien Daphne sigue
siendo hija de su época, sus historias se centran en aspectos inmortales: el
abandono de una persona amada, el estar a la altura de las circunstancias, el
odio que nace entre los que conviven juntos, la eterna lucha entre la
naturaleza y el hombre…
Decía Virginia Woolf que una mujer necesita 500 libras al
año y una habitación propia para escribir. Daphne Du Maurier sacó un
inmejorable provecho de su posición social y, si bien su misterio está a la
altura de un hombre tan extraordinario como sir Arthur Conan Doyle, y la
complejidad de sus personajes rozan a la de los personajes de las Brontë, supo
ser una mujer que escribió algo único e irreemplazable, original, eso que Ray
Bradbury califica como “lo que sólo uno puede escribir”. Y lo hizo desde muy
joven, ya desde los veinte años.
¿Cómo, entonces, se la ha podido olvidar de esta manera?
¿Y cómo podrá recuperarse su memoria? Agradezco que al menos sus compatriotas
muestren respeto ante la grandeza de un ser humilde y dedicado que nos
descubrió lo interesante de no saberlo todo.