lunes, 9 de agosto de 2010

La guitarra de agua (o Mi corazón se ahogó)- Final

Todo el mundo salió al pasillo, y cada uno se fue a su habitación. No obstante, la guitarra de agua seguía pesando, y Lucy se quedó sola en el pasillo cuando ya todo el mundo se había ido.

Suspiró. Seguro que Arthur y Ada estaban otra vez juntos, y su padre se habría ido a dormir muy satisfecho pero sin darle las gracias. En cuanto a los Somerset, ya estaba acostumbrada a tener ese efecto en la gente siempre que tocara la guitarra de agua. Pero el hijo… ¿dónde estaba el hijo, Eric Somerset? Su padre y Arthur querían casarla con él, pero ella ni siquiera le había visto. Debía ser un joven débil y enfermizo, puesto que no podía salir de su habitación.

-Ah… Si yo llegara a mi habitación…- volvió a suspirar Lucy.

Y de nuevo un golpe, algo pesado que caía y retumbaba sobre el suelo. Lucy se quedó quieta, como la estatua que era, y con una punzada de pánico comprendió que no llegaría a tiempo a la habitación, porque la guitarra de agua pesaba demasiado y no podía correr, ni siquiera llevar un paso normal. Intentó darse prisa, pero le costaba horrores: la guitarra de agua pesaba como un niño muerto, y empezó a resoplar por el esfuerzo. Parecía que el aire no quisiera entrar por su nariz ni su boca… No, ¡era otra respiración! La del perro que se acercaba trotando y resoplando, seguramente con la lengua fuera y los colmillos asomando.

Cada vez más cerca, el animal siguió acercándose, brincando y corriendo sin pausa. La oscuridad del pasillo, con aquellas (estúpidas, pensó Lucy) lámparas a los lados, devolvía ecos de golpes monstruosos, de patas descomunales, de fauces abiertas.

Apretando los dientes, Lucy se giró, con la guitarra de agua temblando un poco en sus brazos de estatua helénica.

Lo vio acercándose. Era un animal, desde luego, pero no era un perro. Era un joven, un joven en pijama, y un pijama azul marino muy bonito y caro, seguramente, pero un joven al fin y al cabo. Sus ojos, oscuros y opacos como la noche más cerrada, miraron a Lucy como si no la conociera.

Entonces ocurrió otra maravilla aquella noche. Del susto, a Lucy se le resbaló la mano, de tal manera que la pluma barnizada de paloma, aferrada aún entre sus dedos, se deslizó y rasgó las cuerdas de la guitarra de agua.



El sonido dulce y melodioso hizo que el joven parara de inmediato. Entonces Lucy lo examinó más detenidamente: había venido corriendo y trotando como un animal, a cuatro patas, pero al parar lo hizo totalmente erguido. Se quedó como hipnotizado frente a Lucy, mirándola, mirándola, mirándola y devorándola con los ojos.

-Hola, Eric- fue lo que dijo Lucy.

Él la miró, aún más si cabe, sin decir nada.

-¿Sabes? Dicen que nos vamos a casar- siguió diciendo Lucy. El pánico la hacía parlotear sin pensar bien lo que decía-. Yo ni siquiera sé si somos nobles, no sé si es verdad o mentira. Tampoco nadie me contó que estabas así. Yo pensé que estabas enfermo… de otra manera. Dicen que los ricos tienen excentricidades y locuras, pero nunca en un sentido tan literal. No me lo imaginé. Es muy raro. Tengo instrumentos de música rarísimos (bueno, en realidad es lo único que tengo en la vida), pero nunca había visto nada tan raro. No te ofendas, a mí no me molesta lo raro. Es sólo que sorprende. Nunca pensé que me casaría con algo más raro que la guitarra de agua. La verdad, yo nunca había conocido a alguien así. Mi padre se parece, hace también sus locuras, ya te he dicho lo de los instrumentos de música, y dice que somos nobles, pero vete a saber de qué manera y hasta qué punto- Un repiqueteo de agua vino desde el patio de la Honor House. Estaba lloviendo fuera, pero Lucy siguió hablando-. No sé si los nobles se acuestan con las criadas, ni si intentan engañar a otros nobles. No sé si quieren a alguien de verdad o no, pero supongo que de todas maneras eres el que más puede gustarme de esta casa. Y dicen que es mejor ser loco que malvado, ¿sabes? Y dicen que la nobleza nunca hace mal, que los caballeros no mienten. Y nadie me contó esto. Nadie me contó nada, nunca, yo sólo me tenía que ocupar de decir cosas bonitas (no la verdad, sino cosas bonitas, ¿hace eso un noble? ¿Hace eso una dama o un caballero?) y tocar la guitarra de agua. Arte naturalmente bello. Quizá sea eso lo único que hay de verdad en mi vida. He estado rodeada de nobles, en la Honor House, y nadie me dijo…

Un manotazo interrumpió el triste monólogo de Lucy, pero no lo dio Eric. Oscar Somerset, furioso, había agarrado la guitarra de agua con una mano. Con la otra, en un nuevo arranque de ira, agarró a Lucy por la muñeca y la arrastró por el pasillo.

-¿Te crees mejor que nosotros?- vociferó-. ¿Te crees que le puedes hablar así a mi hijo, tú, sucia intérprete de patrañas?

Lucy lo miraba espantada, incapaz de decir nada. El señor Somerset tironeó de ella como una muñeca de trapo y la llevó hasta el patio, donde la lluvia empezaba a inundar la oscura noche. Arrojó la guitarra de agua sobre el suelo de mármol blanco y Lucy sintió que se ahogaba, pero después la tiraron también a ella contra el suelo.

-¿Y ahora qué, eh?- le gritó el señor Somerset mientras ella empezaba a llorar y mojarse bajo la lluvia y su pena-. ¿Te quieres casar con un noble, mocosa?

De nuevo aquel ruido, por tercera vez en la vida de Lucy. Eric vino trotando, pero al llegar al patio y ver lo que había pasado se irguió cuan largo era. Se puso frente a su padre, de espaldas a Lucy.

Ella no pudo ver su cara, pero sí el horror reflejado en la cara de Oscar Somerset mientras su hijo decía:

-Se hará lo que nosotros queramos. Se hará si nosotros nos queremos.

Después se volvió hacia Lucy y recorrió todo el patio lluvioso y mojado. La levantó con una mano, con fuerza pero infinita dulzura. Con la otra mano levantó la guitarra de agua, llena de lluvia (debía pesar mucho), sin ningún esfuerzo.

-¿Cómo te llamas?- preguntó él.

-Soy Lucy Lambert- contestó ella, perpleja y nerviosa.

-Yo soy Eric Somerset, dueño y señor de todo lo que tú quieras y que te haga feliz. ¿Me harías el honor, a mí y a mi familia, de casarte conmigo, sólo si tú quieres y si me quieres de verdad, sin engaños, como el sonido de tu guitarra de agua?

Lucy tragó saliva. Sabía que en esa vida nadie más le iba a querer así, ni ella iba a querer a nadie más.

-Sí, quiero- dijo.

De esta manera, Eric y Lucy se casaron y fueron felices durante muchos, muchos años: felices de verdad, sin mirar al pasado ni querer pensar más en los cuentos más o menos bonitos, y que el honor está hecho de secretos y mentiras.

3 comentarios:

  1. owo el final me dejo intrigado!
    No se si lo interpreto bien, pero quiza sea de esas historias donde el lector tiene que poner su parte de la imaginación en entender las cosas.
    Muy bueno :3!

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  2. i_i que preciosidad!!!
    Me encantaría algún dia ilustrar algunos de tus escritos, son una auntentica maravilla, al leerlos es como si me evadiese y me quedara viviendo o protagonizando el momento, es como si se viera con claridad el lugar y los personajes sin necesidad de describir mucho, es precioso.

    Por cierto te escribo desde otro blog que me he metido para subir dibujillos y eso, te he añadido :3

    Un besazo!

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  3. Rumie, estoy de acuerdo contigo, el lector no debe ser un sujeto pasivo sino alguien que participe e interprete su propia lectura. Aun así, yo lo resumiría en que descubren a Lucy en su engaño de la guitarra de agua/búsqueda de casarse con alguien rico, pero el joven Eric, enamorado de su música, hace que esa mentira se convierta en verdad. Incluso, que quizá su locura se haya podido curar con la música de la guitarra de agua, pero ¡cada cual, que sueñe su propio sueño!
    Nia, puedes ilustrar cualquier relato, poema, cuento, etc. que quieras, tengo la suerte de que los fanart que me han hecho me han dejado muy satisfecha. Me sentiría muy honrada y halagada, pero espera a encontrarte mejor, ¡debes cuidarte! Y gracias por tu crítica.

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